Hace 800 años, en cercanías de Aukapata, los resabios de la civilización tiwanakota establecieron una cultura agrícola que dominó el norte del lago Titicaca por 400 años y creó las bases para el imperio inca.
Texto: Jorge Soruco Ruiz • Fotos: Nicolás Quinteros
En medio de los cerros del valle se encuentra una antigua ciudad andina. Construida con piedra, muestra los avances arquitectónicos y de ingeniería que consiguieron sus ya desaparecidos pobladores. El silencio que la rodea y la niebla que suele bajar a ella aumentan el aura de misterio y misticismo que exudan las ruinas. No, no estamos hablando de Machu Picchu en el Perú, sino de Iskanwaya, urbe de la cultura Mollo que vivió en Bolivia después de la caída del imperio tiwanakota.
La ciudadela de Iskanwaya, cuyo nombre en quechua significa ´dos casas´, mide tres kilómetros cuadrados y está compuesta por 95 edificaciones de piedra, de las cuales sólo la mitad ha sido excavada.
Las ruinas se levantan al costado de uno de los cerros que componen la geografía del municipio de Aukapata del departamento de La Paz, frente al río Llika, donde fueron descubiertas en la década de los años setenta por Ponce Sanjinés.
El arqueólogo Juan Domingo Faldín Arancibia, jefe del Centro de Investigaciones Arqueológicas de Iskanwaya, indica que todas las construcciones tienen habitaciones interiores que se conectan con un pasillo hacia un patio interior y una despensa subterránea externa.
De estos “departamentos” pétreos se desenterraron restos humanos de mujeres y niños, así como objetos cotidianos como vasijas, vasos, ruecas y cubiertos de madera.
“Eso nos indica que, a diferencia de Tiwanaku, Iskanwaya era una ciudad civil y militar”, comenta el arqueólogo mientras muestra los vasos de arcilla almacenados en el museo de Aukapata. “De los artefactos encontrados, pocos son los que presentan una función simbólica o de servicio religioso”, agrega.
Según los estudios realizados desde el descubrimiento, esta sería la capital de una nación, posiblemente aymara parlante, que gobernó un área de 13 kilómetros cuadrados en lo que ahora es el territorio de la provincia Muñecas.
Existió desde la caída del imperio de Tiwanaku, en 1050, hasta ser conquistados por los incas en alrededores del siglo XV después de Cristo, cuando los gobernantes quechuas comenzaron su expansión hacia el este del continente.
Cabezas de llama surgen del borde de los recipientes de arcilla. Las figuras de jaguares y los colores ocres caracterizan a la cerámica Mollo.
Mientras examina un recipiente triple, Faldín indica que este estilo fue una herencia de los tiwanakotas y, posteriormente, transmitido a la artesanía del imperio inca.
Según Faldín, se puede decir que la cultura Mollo es hija directa de Tiwanaku. “Cuando el imperio decayó, alrededor del 1050 después de Cristo, sus territorios se fraccionaron en diversas naciones pequeñas”.
Una muestra de esta descendencia es la excavación de monolitos de piedra, similares en su concepción a los de Tiwanaku, pero inferiores en calidad de diseño.
“Las estelas muestran una imagen antropomórfica, siguiendo algunas de las posturas mostradas por las piezas de Kalasasaya y del templete semisubterráneo. Pero, si uno se fija bien, el tamaño es menor y el tallado carece de la calidad tiwanakota”, describe Faldín.
Otra diferencia radica en que los monolitos muestran figuras hermafroditas, a diferencia de las masculinas de Tiwanaku. Esto, según Faldín, indica rituales religiosos de la fertilidad en sociedades agrícolas.
Jorge Albarracín, arqueólogo y natural de Aukapata, cuenta que estos reinos estaban en estado de guerra constante. “En los cerros alrededor de Aukapata hemos encontrado los restos de fuertes militares. Estos puestos de combate rodean la ciudadela, indicando una estrategia de protección”, agrega.
Estos estados crecieron, estableciéndose como poderes importantes en el territorio andino. Sin embargo, ellos también plantaron la semilla de su propia destrucción.
“Cerca de aquí están los kallawayas, quienes hablan en el quechua de los incas. Fue cerca de Mollo donde se desarrollaron las bases de la cultura incaica. Algunos pobladores aseguran que esa es la zona donde se habla el quechua original”, explica el experto Osvaldo Rivera.
Durante el dominio inca y, posteriormente, durante la época de la Colonia la zona circundante a Iskanwaya se convirtió en un lugar muy importante para el tránsito entre el Cusco y La Paz.
Con el paso del tiempo, la memoria de la cultura Mollo fue desapareciendo, pero los descubrimientos no se dejaron esperar y, poco a poco, como por accidente, trozos del pasado comenzaron a surgir.
“Los campesinos fueron los primeros en desenterrar artefactos y restos humanos mientras araban la tierra para cultivar maíz o papa”, recuerda Jorge Albarracín. “Estos descubrimientos ayudaron, primero, a identificar la cultura y, después, nos dieron un vistazo de cómo era la vida cuando los Mollo existían”.
Las costumbres funerarias de los pobladores de Iskanwaya fueron las que revelaron que los Mollo eran un pueblo dedicado a la agricultura. ´En las zanjas de arado escalonadas, donde se encontraron los restos, también hallamos instrumentos de labranza”, explica Faldín.
Los Mollo enterraban a sus miembros en los lugares donde ellos tuvieron mayor influencia y pasaron más tiempo, junto a sus propiedades más importantes.
“En las cocinas y pasillos de Iskanwaya están los restos de las mujeres, junto con vasos, agujas y otros instrumentos domésticos. Los niños eran enterrados en sus cuartos con sus juguetes y los hombres en el campo con sus herramientas, adornos o armas”, relata Rivera mientras señala los objetos citados que se hallan en el museo, como taciturnos testigos de un pasado del cual todavía no se sabe lo suficiente.
Vor 800 Jahren begründeten die Überreste der Tiwanaku-Zivilisation in der Nähe von Aukapata eine landwirtschaftliche Kultur, die den Norden des Titicacasees 400 Jahre lang beherrschte und den Grundstein für das Inka-Reich legte.
Text: Jorge Soruco Ruiz - Fotos: Nicolás Quinteros
Mitten in den Hügeln des Tals liegt eine alte Andenstadt. Sie wurde aus Stein gebaut und zeugt von den architektonischen und technischen Errungenschaften ihrer heute verschwundenen Bewohner. Die Stille, die sie umgibt, und der Nebel, der sich gewöhnlich über sie legt, tragen zu der geheimnisvollen und mystischen Aura bei, die die Ruinen ausstrahlen. Nein, wir sprechen nicht von Machu Picchu in Peru, sondern von Iskanwaya, einer Stadt der Mollo-Kultur, die nach dem Untergang des Tiwanaku-Reiches in Bolivien lebte.
Die Zitadelle von Iskanwaya, deren Name in Quechua "zwei Häuser" bedeutet, ist drei Quadratkilometer groß und besteht aus 95 Steingebäuden, von denen nur die Hälfte ausgegraben wurde.
Die Ruinen erstrecken sich auf einem der Hügel, die das Gebiet der Gemeinde Aukapata im Departement La Paz bilden, gegenüber dem Fluss Llika, wo sie in den 1970er Jahren von Ponce Sanjinés entdeckt wurden.
Der Archäologe Juan Domingo Faldín Arancibia, Leiter des Archäologischen Forschungszentrums Iskanwaya, weist darauf hin, dass alle Bauten über Innenräume verfügen, die durch einen Korridor mit einem Innenhof und einer unterirdischen Vorratskammer verbunden sind.
In diesen Steinwohnungen wurden menschliche Überreste von Frauen und Kindern sowie Alltagsgegenstände wie Töpfe, Gefäße, Spinnräder und Holzbesteck ausgegraben.
"Das zeigt uns, dass Iskanwaya im Gegensatz zu Tiwanaku eine zivile und militärische Stadt war", sagt der Archäologe und zeigt die Tongefäße, die im Museum von Aukapata aufbewahrt werden. "Von den gefundenen Artefakten haben nur wenige eine symbolische oder religiöse Funktion", fügt er hinzu.
Nach den seit der Entdeckung durchgeführten Untersuchungen könnte dies die Hauptstadt eines Volkes gewesen sein, das möglicherweise Aymara sprach und über ein Gebiet von 13 Quadratkilometern auf dem Gebiet der heutigen Provinz Muñecas herrschte.
Es existierte vom Untergang des Tiwanaku-Reiches im Jahr 1050 bis zu seiner Eroberung durch die Inkas im 15. Jahrhundert n. Chr., als die Quechua-Herrscher ihre Expansion nach Osten begannen.